LA DISTRIBUCIÓN DE LA
RIQUEZA EN EL ECUADor
La desigualdad en el reparto de la riqueza en
Ecuador tiene un origen histórico. Se inició con la conquista y colonización
española. En tres siglos coloniales, las comunidades indígenas perdieron total
o parcialmente sus tierras ancestrales y la propiedad privada de este recurso
se concentró en la clase criolla. En ese período también hubo toma de minas.
Pero, ante todo, el laboreo de tierras y minas se basó en la sobreexplotación
de la fuerza de trabajo indígena y campesina. La República heredó esas
condiciones. Y no las superó. Porque se instaló en Ecuador un régimen
oligárquico-terrateniente hasta bien entrado el siglo XX. A la tradicional
clase de los propietarios de hacienda se unieron los comerciantes, desde
mediados del siglo XIX los banqueros y desde comienzos del XX manufactureros e
industriales. Estos sectores concentraron la propiedad, los capitales y la
riqueza, a costa de trabajadores rurales y urbanos mal remunerados, con pocos o
nulos derechos laborales y condiciones de vida miserables. La Revolución
Liberal (1895) introdujo importantes cambios sociales y particularmente
jurídico-democráticos, aunque no logró superar las bases del régimen heredado.
Fue la Revolución Juliana (1925) la que inició ese largo y tortuoso cambio del
régimen oligárquico. Desde entonces, como en oleadas, fue creándose una
legislación protectora del trabajo, se extendieron los servicios públicos, se
institucionalizó la política de un Estado interventor sobre la economía antes
absolutamente privada. En las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo, el
‘desarrollismo’ impulsado desde el Estado modernizó al país. Pero ni el
‘petrolerismo’ evitó la concentración de la riqueza. Desde 1984, con la
progresiva afirmación de un modelo de desarrollo que confiaba en las supuestas
bondades del mercado libre, la des-regulación, el retiro del Estado, la
flexibilidad laboral y el empuje absoluto de la empresa privada, el Ecuador
pasó a ocupar uno de los 10 primeros lugares de inequidad en el mundo. Las
desigualdades económicas tomaron otro plano, a pesar del afianzamiento del
sistema democrático. La herencia de la desigualdad, sumada a la reconcentración
de la riqueza, alentada durante las dos últimas décadas del siglo XX con la
asimilación de las ideas “neoliberales”, tiene que ser abatida. Y ello no es
posible sino con una clara conciencia y con una firme decisión política para
redistribuir la riqueza. El papel que comenzó a cumplir el Servicio de Rentas
Internas desde los inicios del actual Gobierno, ha superado las actuaciones del
pasado. Existe una clara visión sobre la necesidad de convertir al impuesto sobre las rentas en el principal
instrumento tributario para la redistribución de la riqueza. En el pasado, el
privilegio que se puso sobre el IVA da cuenta de la visión “capitalista” con la
que se manejaban sus inspiradores. Aunque levante protestas de los grupos con
poder económico, era necesaria la conducción que ha impuesto Carlos Marx Carrasco
en el SRI, para que el sistema tributario ecuatoriano se encaminara en una ruta
correcta hacia la consecución de una mayor equidad social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario